El sexto álbum de los gallegos se construye a partir de una serie de elementos: intensidad, contundencia, velocidad y, sobre todo, rabia. Una rabia infinita e incontenible que salta desde el primer guitarrazo de «Ruptura» (rabioso culmen del disco) y que encoge el estómago hasta el último acorde. Una rabia que sirve de amalgama para todas las piezas que forman el disco: punk rock industrial (como en «Calígula 2025»), dreampop acelerado y voluminizado (¿no lo es si no la enorme canción «Vigilantes del espejo»?), ochenterismo iluminado (como en «No eres tú» y su alucinante final), emoción incontenida (como en «Folia de las apariencias»)…
oɹɹɐzıqɹoɯɐǝpolnƃuɐıɹʇ (Mushroom pillow, 2020) despliega así su rabia y consigue a partir de ella llegar a las entrañas, consigue atraparnos y emocionarnos, consigue enfadarnos y brutalizarnos. Y queremos hacerlo más.
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