Beladrone – Andévalo

La tradición indie sevillana y andaluza sigue dando frutos treinta años después. Y, para alegría del Octopus, sigue profundizando en aquella parte de tradición que tiene más que ver con guitarras densas, melodías oscuras, voces apagadas y tormentosas y ritmos que se bailan mirando al suelo. Conectan así con Galicia y sonidos como los de Triángulo de amor bizarro, Disco las palmeras! o Selvática.

«Andévalo» (El genio equivocado, 2020) es el disco de debut de esta formación, aunque sus miembros tienen ya larga experiencia en otras bandas que han cultivado el shoegaze y el post-rock con calidad y contundencia. Construido como un muro de sonido y humo, que esconde unas sutiles melodías dibujadas con una voz que apenas se hace escuchar detrás del muro. Una especie de reducción discográfica de imágenes como «La trinchera infinita».

Con la magnífica «Cemento» (¿seguimos con el muro?) como momento cumbre, con esa segunda mitad que pone los pelos de punta, el disco avanza desde canciones a lo Sonic youth más melódico («La flecha») hasta canciones más «triangulares» como «El valle», pasando por momentos de cierto aire ochentero («Andévalo» y su ligero aroma a Parálisis permanente), más noventero («Palacio oscuro» y su recuerdo a Patrullero Mancuso), más primeros The cure como «Quema» o más punk espacial estilo Beef como cualquiera de las ocho.

Cemento, ladrillo, muros y oscuridad. Una voz acallada entre dos paredes. Una tradición continuada. Elementos suficientes para declararlo uno de los discos del año.

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