Dorian Wood – La cara infinita

En el Octopus somos fans de Dorian Wood desde hace mucho tiempo. Cantante, músico, actor, artista visual, creador de performances… Su personalidad y su arte llevado al límite son un sol que atrae todas las atenciones.

Su relación con el desnudo (masculino y femenino) es estrecha y carnal, aunque no es una relación que se base en la contemplación de la belleza del cuerpo, sino que es una relación que se acerca más a la incomodidad y a la agresividad. En este video esas sensaciones se ven multiplicadas: estamos en una escena cerrada en la que hay varias personas desnudas, pero no es agradable verlo. Nadie parece disfrutar de ello, al contrario, algunos de los personajes son directamente maltratados.

La letra de la canción, críptica y llena de imágenes metafóricas, no ayuda a que estemos más a gusto. A pesar de su mensaje positivo y liberador, como confiesa el propio Wood: «una profecía fantástica que explica lo que ocurriría en el fin del mundo si las mujeres se liberasen de todas las prisiones que las contienen (sociedad, opresión, expectativas): se liberan, se unen y “desnudas escapan al cielo” como dice la canción y forman una cara infinita que es lo que trae el fin del mundo» (entrevista en Blisstopic).

La segunda voz es de Eddika Organista, voz de El Haru Kuroi.

Dorian Wood – Sinsal 12 – Vigo, 23 Enero 2014

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Dorian Wood se hace querer. A pesar del aspecto amenazador de su salida a escena, acaba pareciéndote un gran tipo al que quieres abrazar. Por un lado, para consolarle. Por otro, para darle las gracias por el magnífico concierto que te ha regalado.

El grupo era de lujo. Dorian Wood, Leah Harmon (participante en el último disco del músico y, según las anécdotas contadas, compañera de piso del mismo en alguna temporada), y los españoles Xavi Muñoz y Marcos Junquera, de A veces ciclón. Y daba la impresión no solo de que llevaban toda la vida tocando juntos, sino de que además, se lo pasaban bien haciéndolo. Multitud de miradas cómplices al final de varias canciones lo demuestran. Y, los cuatro, nos regalaron un concierto inolvidable.

Las canciones de Dorian Wood son tenebrosas. La primera incluso angustiaba, haciéndonos esperar una noche más experimental de lo que habíamos previsto (íbamos al concierto sin escuchar previamente ni una sola canción del artista). Pero poco a poco triunfaron las melodías, los lamentos, las voces, preciosas y magníficamente entrelazadas, los ritmos y las emociones. «No todas las canciones son deprimentes y lentas, algunas son solo deprimentes», explicaba Dorian Wood en un momento. Tiene razón. Aunque habría que añadir otro matiz: no todas sus canciones son deprimentes y lentas, algunas son rabiosas y lentas.

Así llegamos a un final que nos dejó a todos los pelos de punta. Salieron luego dos veces, e incluso repitieron «La cara infinita», en versiones distintas. Tendrían que haber organizado un debate posterior: a mí se me quedaron muchas preguntas en el tintero. Pero tendré que conformarme con el concierto. Y eso, amigos, es mucho.

Nota.- Dorian Wood es, además de músico, performance; la foto corresponde al cartel de su gira europea y, además de gustarnos el desnudo, tiene muchos de los elementos del artista: transgresión, desesperanza, grisura, desnudez, entrega…